martes, 26 de marzo de 2019

Cuadernillo Pagina 22

Para Anselmo el conocimiento comienza por los sentidos a través de los cuales percibimos las cosas como son. Pero los sentidos no nos dan un juicio de verdad: éste procede de la inteligencia. Un enunciado emanado de la inteligencia será verdadero si corresponde a lo que son las cosas. Pero las cosas no podrían ser causa de la verdad si ellas mismas no tuvieran en sí una verdad producida por la summa veritas que es Dios. Se da, pues, en él, una solución al problema de los universales de impronta netamente platónica.
Anselmo concibe la perfección de las cosas como un reflejo exacto de la idea divina según la cual fueron hechas. Todas las cosas son lo que deben ser, porque son como las quiso el creador. Pero la perfección del ser inteligente está en querer ser lo que debe ser, y quererlo porque ello es su rectitudo, su justicia. Esto implica la libertad en el hombre, que, según Anselmo, es la capacidad de hacer o no hacer. Pero no de pecar o no pecar, sino la capacidad de poder hacer el bien, porque Dios nos ha predestinado para el bien, y no para el mal. Este poder es una perfección; es en cierto modo tener por sí mismo la propia determinación.
El problema de la libertad y la predestinación lo trata en su último escrito De concordia. Dios puso en nosotros el bien de la voluntad y nos predestinó para buscar el bien. Esa predestinación para el bien no nos priva de la libertad, puesto que Dios simplemente crea y conserva en nosotros la posibilidad de adherirnos al bien.



Abelardo se preocupa por llegar al conocimiento de la verdad. Para esto enuncia el siguiente principio: “La investigación se emprende con el estímulo de la duda, y por medio de la investigación se llega al conocimiento de la verdad”. Esta fórmula general esclarece el carácter problemático del pensamiento, tanto filosófico como teológico. La duda para Pedro Abelardo no es más que el punto de partida: no es obstaculizada sino un camino hacia la investigación. Pero se trata de una duda metódica, mediante la cual hay que someter el texto examinado de un filósofo, de un padre de la Iglesia o de la escritura a un control crítico o permanente.
Abelardo encuentra tres reglas para hacer una investigación, mediante la cual se puede llegar al conocimiento. La primera regla prescribe un análisis del significado de los términos del un texto, con todas sus implicaciones histórico-lingüísticas. Aparte de eso, Abelardo sostiene que “el entendimiento de un texto puede verse obstaculizado por el uso desacostumbrado de un término. La segunda regla prescribe la comprobación de la autenticidad del escrito tanto en lo que concierne al autor como en las eventuales corrupciones e interpolaciones textuales. Y La tercera regla indica que el examen crítico de los textos dudosos se lleve acabo haciendo referencia a los textos auténticos como elementos de comparación y se tengan en cuenta las eventuales retracciones y correcciones.








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